Los Beyos - ayto-ponga
Los Beyos
El río Sella nace en las laderas del puerto del Pontón para trotar juvenilmente por el valle de Sajambre acogiendo por ambos lados riegas, arroyos y ríos. Cuando el caudal ha adquirido madurez y potencia se enfrenta a la masa caliza abriendo un largo desfiladero de una docena de kilómetros de los que la mayor parte, y sin duda la más espectacular, transcurre por tierras de Ponga. La garganta se angosta repentinamente en Cobarcil y no vuelve a conocer la amplitud del valle hasta Cenera (Amieva) compartiendo en su recorrido la estrechez del pasillo con la carretera, ruta polémica que se abrió a mediados del siglo XIX gracias a la influencia que en la Corte ostentaban los Díaz Caneja, familia solariega de Oseja, capital del valle leonés. Visitantes extranjeros que en esa época recorrieron el desfiladero dejaron patente su fascinación por la doble obra -la de la naturaleza primero y la de ingeniería después- y no pudieron evitar la comparación con otros cañones espectaculares, tal como figura en la enorme placa que firma Paul Labrouche calificando al desfiladero del Sella como "entalladura fantástica en que los ingenieros castellanos lograron hacer pasar una carretera". Tal admiración procede del sinuoso recorrido de la ruta que se cierra cruzando la roca mediante túneles y sorteando los obstáculos con la sima fluvial a una lado y la pared escarpada al otro. La sorpresa del forastero se acentúa, aún más, cuando se contempla los arroyos que en forma de cascadas vierten sus aguas al erosivo cauce y las numerosas especies vegetales (laureles, robles y tilos) que en la misma roca se asientan para estirarse y florecer combatiendo la persistente umbría.
Tan rocoso y abrupto paisaje parece poco propicio para el asentamiento humano, pero la vertiente pongueta del desfiladero ha sido habitada por los endurecidos beyuscos, los hombres y mujeres que habitaron -y aún algunos habitan- las alturas de la garganta explotando las tierras de labor y los pastos colindantes.
Es el caso de Tolivia y más allá de Viboli, a donde hay que desviarse en el Puente de La Huera para tomar la Foz de los Andamios y entrar en la carretera que financiaron los propios vecinos hasta arribar a una aldea dominada, en lo alto, por las peñas que parecen amenazar y proteger, al mismo tiempo, a sus habitantes. Sumidos en la entalladura del desfiladero es necesario hacer un esfuerzo para suponer que en la parte alta del mismo (400 metros por encima) se localizan un rosario de pueblos y aldeas colgados en la roca y escalonados en el terreno: Casielles, a donde se accede por una espectacular carretera asfaltada, Caviella, Biamón (terminal de la Senda del Cartero) y San Ignacio, El Beyu y Canisquezo, que requieren desviarse en el puente de Pombayón. Atrás hemos dejado el Puente Vidosa, donde nace la estrecha carretera de alta montaña que lleva a Viego por el desfiladero de Santagustia, otra ruta impresionante por el escarpado trazado del camino que adquiere altura, a la vez que asoma temerariamente sobre el precipicio.