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El Camín de los Arrieros

La cordillera cantábrica supuso una prolongada barrera en la comunicación del interior de Asturias con Castilla, y a la vez una ocasión para los pueblos de montaña en el comercio y trasiego de mercancías. Esa es la razón de que en muchas casas de Ponga, y especialmente en Beleño y Sobrefoz, existiesen caballerías de reata, dispuestas ellas y sus amos al tránsito arriero. El paso de los puertos estaba auxiliado por alberguerías para transeúntes como la de Arcenoriu, en pleno Camín de Los Arrieros, cuyo regidor, al igual que e casero de Ventaniella, estaba obligado a tañer la campana en días de niebla para orientar el paso de los caminantes.

El alcance de los recorridos era diverso, quedando León, Tierra de Campos o Astorga, como habituales destinos, a tres días o más de cabalgadura, extendiéndose algunas expediciones hasta Madrid, separada entonces de Asturias por once jornadas de viaje. En ese tipo de itinerarios, de gran recorrido, participaban también algunos viajeros, que contrataban el desplazamiento a media caballería por desarrollarse la marcha mitad a pie y mitad a caballo. Así, con cinco o seis animales se daba abasto a once personas.

Sin embargo el tráfico más frecuente venía determinado por el intercambio de productos entre los pueblos de ambas vertientes del cordal, necesitados los leoneses de almagre (para teñir lana), fruta o madera, mientras que los asturianos reclamaban vino (que se traía en pellejos) o cereal. A su vez, la abundancia forestal del concejo propició en el artesanado local la elaboración de duelas, muy demandadas por los castellanos para el ensamble de toneles, acentuándose en general el aprecio que, ya de antiguo, sienten los ponguetos por todo lo relacionado por las caballerías.

 

Texto e imágenes: Asociación hostelería y turismo de Ponga